La gira de Bad Bunny por España desató una nueva polémica alrededor de Ticketmaster. Lo que prometía ser una fiesta para los fans, terminó en frustración: entradas que comenzaban en 79 euros llegaron a costar más de 260 gracias a cargos “extra” y precios dinámicos que subían según la demanda.
La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) denunció a Ticketmaster por cobros abusivos y falta de transparencia. El Ministerio de Consumo ya investiga si estas prácticas vulneran los derechos de los compradores.
Una vez más, la música se topa con la opacidad de las plataformas. Y surge la pregunta: ¿el fan decide o el algoritmo?